viernes, 4 de octubre de 2019

La Comuniación Social: su geneología


 Social Communication: its geneology


 * Adrián Lozano

Los estudios dedicados al análisis de la comunicación social tienen una genealogía que hunde sus raíces en el siglo XIX.
  Hay tres procesos que configuran el cuadro de época que durante ese siglo estructuró los cimientos de los estudios de la comunicación desarrollados durante el siglo XX. El despliegue de la sociedad de masas, y por ese despliegue el creciente temor de las clases dirigentes y de elite a no poder controlar a esa población desarraigada en  permanente desplazamiento por las celdas de la grilla urbana. El desarrollo de las primeras ciencias sociales con fundamento positivista que construían el andamiaje teórico necesario para poder controlar a través del conocimiento a los nuevos fenómenos, entre ellos la masa. El desarrollo de las tecnologías de la comunicación, muchas de ellas vinculadas a la guerra como el telégrafo.
  Este es el contexto que sentó las bases de las posteriores reflexiones sobre la comunicación social, una experiencia y una idea atravesaba ese siglo XIX: el temor a los intentos de control de las multitudes urbanas. Ese es el siglo que dio origen a las ciencias sociales.

El siglo XIX hizo conjugar el relato moderno y burgués del progreso social a través del desarrollo económico capitalista y de la democracia liberal, con la idea de progreso humano a través del conocimiento. Pero en esa amalgama los primeros medios de telecomunicación fundados en la electricidad tuvieron un rol fundamental: la de vincular diversas culturas y personas separadas por el espacio a una gran velocidad. Esta posibilidad de unir “la familia humana” se presentaba a sus contemporáneos casi como un milagro
El primer mensaje telegráfico transmitido por Samuel Morse el 24 de mayo de 1844 decía lo siguiente: “What hath God wrought” (¨Lo que Dios ha hecho¨). Vemos de este modo la confianza en el poder de la telecomunicación ya desde sus inicios. Se trataba con esperanzas de poder achicar la brecha espacial que separaba pueblos y personas, campamentos militares y frentes de batalla, familiares dispersos, y periódicos con sus corresponsales en diversos puntos territoriales. Desde ese momento, hasta el actual desarrollo de Internet, una de las principales consecuencias del desarrollo de las telecomunicaciones ha sido reducir las distancias y acortar los tiempos. Independientemente de que consideremos el mundo actual como una aldea relativamente pacífica de sujetos interactuantes en igualdad de condiciones, o que consideremos al mundo globalizado como un espacio en el cual el empresariado irresponsable y los imperios militares tienen más posibilidades de realizar desastres sobre las poblaciones periféricas, se trata siempre de comprender las consecuencias que sobre el espacio y el tiempo tiene el desarrollo de los medios de comunicación.

Desde ya hace mucho tiempo el intercambio simbólico tuvo que ver con sostener una trama entre dos o más personas a lo largo del tiempo y el espacio. Para eso podemos recurrir a la etimología del término símbolo. “¿Qué quiere decir símbolo? Es, en principio, una palabra técnica de la lengua griega y significa `tablilla de recuerdo´. El anfitrión le regalaba a su huésped la llamada tessera hospitalis, rompía una tablilla en dos, conservando una mitad para sí y regalándole la otra al huésped para que, si al cabo de treinta o cincuenta años vuelve a casa un descendiente de ese huésped, puedan reconocerse mutuamente juntando a los dos pedazos. Una especie de pasaporte en la época antigua. Algo con lo cual se reconoce a un antiguo conocido”. Como podemos ver, en la antigüedad el símbolo sostenía una trama a lo largo del tiempo entre dos casas o familias, era un pasaporte para reconocer a un antiguo conocido, tenía que ver con la hospitalidad y el reconocimiento.

Es evidente que el término “pasaporte”, y las tecnologías de comunicación y control vinculadas a ese término, tiene connotaciones diferentes en la actualidad que las de dar bienvenida como lo era en la antigüedad.
Por esta razón, pensar qué significa el intercambio simbólico y la circulación de discursos en nuestra época puede ayudarnos a pensar tanto nuestra cultura como el tipo de vínculo que establecemos unos con otros.