Social Communication: its geneology
* Adrián Lozano
Los estudios dedicados al
análisis de la comunicación social tienen una genealogía que hunde sus raíces
en el siglo XIX.
Hay tres procesos que configuran el cuadro de
época que durante ese siglo estructuró los cimientos de los estudios de la
comunicación desarrollados durante el siglo XX. El despliegue de la sociedad de
masas, y por ese despliegue el creciente temor de las clases dirigentes y de
elite a no poder controlar a esa población desarraigada en permanente desplazamiento por las celdas de
la grilla urbana. El desarrollo de las primeras ciencias sociales con
fundamento positivista que construían el andamiaje teórico necesario para poder
controlar a través del conocimiento a los nuevos fenómenos, entre ellos la masa.
El desarrollo de las tecnologías de la comunicación, muchas de ellas vinculadas
a la guerra como el telégrafo.
Este es el contexto que sentó las bases de
las posteriores reflexiones sobre la comunicación social, una experiencia y una
idea atravesaba ese siglo XIX: el temor a los intentos de control de las
multitudes urbanas. Ese es el siglo que dio origen a las ciencias sociales.
El siglo XIX hizo conjugar
el relato moderno y burgués del progreso social a través del desarrollo económico
capitalista y de la democracia liberal, con la idea de progreso humano a través
del conocimiento. Pero en esa amalgama los primeros medios de telecomunicación
fundados en la electricidad tuvieron un rol fundamental: la de vincular
diversas culturas y personas separadas por el espacio a una gran velocidad.
Esta posibilidad de unir “la familia humana” se presentaba a sus contemporáneos
casi como un milagro.
El primer mensaje
telegráfico transmitido por Samuel Morse el 24 de mayo de 1844 decía lo
siguiente: “What hath God wrought” (¨Lo
que Dios ha hecho¨). Vemos de este modo la confianza en el poder de la
telecomunicación ya desde sus inicios. Se trataba con esperanzas de poder
achicar la brecha espacial que separaba pueblos y personas, campamentos
militares y frentes de batalla, familiares dispersos, y periódicos con sus
corresponsales en diversos puntos territoriales. Desde ese momento, hasta el
actual desarrollo de Internet, una de las principales consecuencias del
desarrollo de las telecomunicaciones ha sido reducir las distancias y acortar
los tiempos. Independientemente de que consideremos el mundo actual como una
aldea relativamente pacífica de sujetos interactuantes en igualdad de
condiciones, o que consideremos al mundo globalizado como un espacio en el cual
el empresariado irresponsable y los imperios militares tienen más posibilidades
de realizar desastres sobre las poblaciones periféricas, se trata siempre de
comprender las consecuencias que sobre el espacio y el tiempo tiene el
desarrollo de los medios de comunicación.
Desde ya hace mucho tiempo el intercambio simbólico tuvo que ver con sostener una trama
entre dos o más personas a lo largo del tiempo y el espacio. Para eso podemos
recurrir a la etimología del término símbolo.
“¿Qué quiere decir símbolo? Es, en principio, una palabra técnica de la lengua
griega y significa `tablilla de recuerdo´. El anfitrión le regalaba a su
huésped la llamada tessera hospitalis,
rompía una tablilla en dos, conservando una mitad para sí y regalándole la otra
al huésped para que, si al cabo de treinta o cincuenta años vuelve a casa un
descendiente de ese huésped, puedan reconocerse mutuamente juntando a los dos
pedazos. Una especie de pasaporte en la época antigua. Algo con lo cual se
reconoce a un antiguo conocido”. Como podemos ver, en la antigüedad el símbolo
sostenía una trama a lo largo del tiempo entre dos casas o familias, era un
pasaporte para reconocer a un antiguo conocido, tenía que ver con la
hospitalidad y el reconocimiento.
Es evidente que el término “pasaporte”,
y las tecnologías de comunicación y control vinculadas a ese término, tiene
connotaciones diferentes en la actualidad que las de dar bienvenida como lo era
en la antigüedad.
Por esta razón, pensar qué
significa el intercambio simbólico y la circulación de discursos en nuestra
época puede ayudarnos a pensar tanto nuestra cultura como el tipo de vínculo
que establecemos unos con otros.
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